lunes, 25 de enero de 2010

Humilde homenaje a Miguel Hernandez.




Hoy vuelvo a escribir en mi blog. Un blog ya olvidado y un poco obsoleto. Intentaré reavivarlo sea como sea. Prometo que voy a poner de mi parte.

Como ya dije en mi primera entrada: no quiero que este sea un blog como otro cualquiera por eso puede que me cueste escribir tan a menudo, al no encontrar un tema que realmente merezca la pena.

Hace ya días que entró el 2010, año en el que se cumplen los cien años del nacimiento de Miguel Hernández. Y es por eso por lo que vuelvo por aquí, puesto que, para mí, ha sido uno de los poetas (sino el que más) que me han influenciado desde pequeño.
Tiene mucho que ver un profesor mío de 6 de EGB.

Don Joaquín siempre nos “obligaba” a aprendernos una poesía cada semana. Recuerdo que a nadie le gustaba, puesto que, obviamente, era visto como una tarea más. Yo mismo, en esa época, tenía a esa actividad por una perdida de tiempo. Ha pasado mucho tiempo hasta darme cuenta el gran valor de esas clases de Literatura improvisada, por donde han pasado grandes poetas como Salvador Rueda, los hermanos Machado, Espronceda, Alberti, Lorca y el mencionado literato, Miguel Hernández.

El poema que leímos era Vientos del Pueblo, publicado en El Mono Azul, 22 de octubre de 1936, influenciado por el heroísmo del pueblo castellano en la guerra civil. Sería en el 36 cuando se entrega como poeta y miliciano a la legítima causa republicana. Vientos del Pueblo es un canto a la libertad de un pueblo, el español, en su lucha contra la injusticia fascista. Así, el poeta va ensalzando cada una de las virtudes de las regiones de nuestro país para que no caigan en las garras y no permita el yugo de su opresor.

Por otro lado, está el poema Aceituneros, escrito cuando es enviado al frente de Jaén con su mujer (Josefina Manresa) natural de Quesada (Jaén) pero criada en Orihuela. Al parecer Miguel escribió el poema al ver la despreocupación de los jiennenses ante la Guerra Civil. Con el paso del tiempo, Aceituneros se ha convertido en casi un himno para todo Jaén, donde Hernández, mediante inteligentes versos de buena catequesis revolucionaria plasma su visión integradora de la tierra y el hombre en armonía del universo.

Podría hablar también sobre su poema Nanas de la cebolla dedicado a su hijo, cuando recibió una carta de su mujer, en la que le decía que comía solo pan y cebolla, pero eso sería (en términos de Marcos García) “arramparme mucho”.